Sábado 18 de Diciembre, 3:00 horas de la mañana. El pueblo español intenta dormir bajo el gélido invierno que ha llegado antes de tiempo con ánimo de quedarse una larga temporada.
Despertar no será más agradable porque una nueva agresión pre-cocinada por la élite va a mermar aun más los derechos de los ciudadanos (yo ya descarté los míos) en cuanto a pensión de jubilación. Mientras, el pitido y zumbido casi perenne que me acompaña desde hace unos años me despierta como nunca antes lo había hecho; como si alguien hubiera encendido el equipo hi-fi a toda mecha, con el altavoz de 200 watios pegado a mi oído. Miro el reloj. Son las tres en punto. Espero unos instantes y el sonido vuelve a descender al nivel de casi siempre. Deduzco que acabo de recibir un pulso electromagnético (supongo que no solo yo) y que ésta ha sido solo una prueba, aprovechando el estado de baja guardia de los borregos. Aun así no me resulta extraño; es precisamente por estas fechas navideñas donde más estelas químicas dejan los pesados avioncitos “de las narices” (alergias) y donde más susceptible somos de ser manipulados por la vorágine consumista navideña con la que nos embarga el “espíritu” navideño.
Pero además hace poco que leí el impresionante informe de Teseo,
“Desde las Azoteas” sobre la subyugante manipulación que el Espíritu (o los Espíritus) dentro de este planeta (y/o desde fuera de él) han ejercido sobre la Humanidad, vía un grupo oculto de seres con apariencia física y benévola pero de alma inhumana, especialmente interesados en el electromagnetismo y la genética; a penas unos pocos mezclados entre una población que apenas llega al 0.2 por ciento mundial; devotos de la causa oscura, infiltrados en el espacio y mantenidos en el tiempo gracias a la propia cobertura transdimensional y sus “hechizos mágicos”, causante de ríos y afluentes de sangre que han surcado y surcan este planeta ya cansado del incesante ruido de tantos
“Gritos del Silencio”.
Creo recordar que apenas tenía siete años cuando mi madre y su segundo marido me “animaron” a aprenderme de memoria (razón por lo que toda manipulación histórica me suena “familiar”) el orden de los 66 libros que componen la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, una versión “mejorada” de la Biblia de siempre. Todavía conservo esa retahíla, cual “padre nuestro” y eso que hace años que no cojo esa “cosa”. Sin embargo no culpo a mis “tutores” de ser el arco que proyectó esta flecha en la que me he convertido. Probablemente no estaría escribiendo ésto, sufriendo lo otro, y comprendiendo lo del “más allá” si hubiera sido criado como me hubiera gustado. A veces me pregunto si será verdad eso que a veces me viene a la cabeza de que realmente soy uno de “afuera” que aceptó el reto de entrar en esta prisión, junto con otros tantos, para ayudar al resto en su liberación programada (antes de su ejecución programada), aun sabiendo que me harían un lavado de cerebro al entrar y no recordaría nada de la causa por la que había venido.
Eso daría sentido por qué fui “insertado” en una familia tan “propicia”.
La lucha contra los injustos y falsos poderes establecidos desde mi niñez me daría la preparación, enfoque y proyección necesarios para terminar haciendo lo que estoy haciendo ahora, que no es más que enfrentar a los injustos y falsos poderes establecidos; esta vez a los “gordos”, los que permanecen desde tiempo inmemorial. Y quizá eso explicaría por qué he tenido la fuerza y el arrojo necesario para irrumpir en una ceremonia de presentación de las fuerzas oficiales, patrocinados por los cabezas visibles de la policía nacional, la guardia civil, la policía local, la iglesia y la fanfarria política para entregarles en mano el cd con los vídeos de Teresa Forcades y Jane Burguermeister sobre la trampa envuelta en la vacunación mundial que se pretendía y que, por supuesto, ellos rechazaron coger, supongo que por miedo a infectarse del
virus de la verdad de polaridad positiva o a ser castigados por su jefe al “fuego eterno”.
Pero lo de ser un enviado con tal misión reconozco que me suena arrogante. Dejémoslo en que soy uno de tantos que ha sido criado entre tanta injusticia y que tiene un problema en la amígdala del cerebro que le convierte en un “polvorilla” cuando alguien le pone la “pierna encima”. Alguien que se ha dado cuenta, como tantos otros (menos de los que hacen falta para acabar con ello) de a quién pertenece la pierna que aplasta a la
“Humana Humanidad”.
Este último año de reflexión también ha sido el del desarrollo de una nueva enfermedad, la electrosensibilidad o sensibilidad a las ondas electromagnéticas, que ha encontrado un terreno abonado en mi persona, gracias a mi afición por la electrónica y estar siempre rodeado de aparatos y también gracias a algún que otro “electroshock” que me he llevado, mientras dormía, de unos seres juguetones extradimensionales a los que de vez en cuando les encantaba darme un susto, haciendo un puente entre mi cabeza y el enchufe de la mesita de noche.
Sea como sea, el encendido de la TDT, el aumento de flujo de microondas con la proliferación de móviles de última generación que se conectan a Internet, ordenadores portátiles y el impresionante sembrado de torres de telefonía por toda la geografía a mi alrededor, se han encontrado con un “tester” con patas, al que se le pega cualquier microonda que anda suelta, cual brizna metálica a un imán,
Así que a este sabueso le está llegando el tufillo de que se está fraguando una gran trampa sobre la población mundial que necesita de una red de antenas colocadas a través de todo el globo terráqueo (de la que no son necesariamente imprescindibles los tan cacareados microchips) y cuyo efecto pernicioso no se puede contrarrestar con pegotes de virutas, cuarzo y resina enterrados a veinte metros de distancia de ellas (orgonita).
Sí, ya sé que estas cosas suenan a ciencia ficción o imposibles por parecer tan fácilmente identificables a la paranoia de un científico loco al que solo puede parar 007.
Sin embargo, si tu le das a un tonto (o a un listo pasando la etapa tonta de su vida) un móvil de esos “renovables” cada año por uno “mejor” y le dices que va tener que apagarlo y quitar las antenas de telefonía porque dentro de veinte años le va a hacer daño al cerebro, el tonto te va a decir que le importa un carajo lo que pase dentro de veinte años; y lo que no te dirá es que sin el móvil se siente solo y que sus atolondradas endorfinas
necesitan de esa droga-distracción y prefiere la compañía momentánea de su “pitillera” a pensar en el cáncer de dentro de veinte años.
Esta forma de pensar no es mas que la etapa temprana del plan del Sistema de Control que hace ya mucho tiempo que empezó a implantar ese tipo de conclusiones y “justificaciones” en nuestro maleable cerebro, a base de mantener la información vital ralentizada. Miles de informes y
estudios de los científicos sobre el efecto pernicioso de la telefonía móvil han sido “ocultados” bajo un montón de tonterías y presiones, intentando que parezca que el problema viene solamente del propio teléfono cuando lo pegamos a la oreja (problema que se “soluciona” separándolo cinco centímetros de la oreja en los primeros segundos de conexión) y relegando a un enésimo plano en los medios de comunicación todos los casos que tengan que ver con las antenas de telefonía y la creciente turba de gente “sufriéndolas en silencio”, mientras han estado desarrollando esta mega-red con cuerdas tejidas de microondas que, creo, es la clave de la forma con la que se está preparando el plan de despoblación que la mayoría conocemos y al que llamo el Día de la “Pérdida del Juicio” Final.
Pero, y esto es lo bueno que tienen estos malos tiempos, casi a última hora, revelaciones oportunas (ya publicadas) echas por los “insiders” de la saga Camelot (con intenciones siempre dudosas) han sacado a la luz la información sobre un ancestral sistema de control electromagnético que aun continua funcionando como el primer día y que es la clave para comprender como la Humanidad ha podido ser tan manipulable durante tantos milenios.
Mientras la traduzco, observa esta foto (pulsa sobre ella para aumentarla)…
Gracias a Exitstencial por este gran aporte.
Fuente.