viernes, 22 de enero de 2010

  Por si quedaban dudas de lo que esta máquina puede hacer.. os dejo un documental del Gobernador Jesse Ventura.. espero que los escepticos empiezen a ver las cosas desde otra perspectiva..

  Parte1

Parte 2




Parte 3


Parte 4

Parte 5

Parte 6

HAARP y la Bomba de ARCO IRIS...

El 9 de julio de 1962, los Estados Unidos realizaban una prueba nuclear en el espacio exterior con el nombre en clave Starfish Prime: hicieron estallar una carga termonuclear de 1,44 megatones propulsada mediante un cohete Thor a 400 km sobre el Océano Pacífico. Por aquellos tiempos ya se sabía que las explosiones atómicas a gran altitud no pueden causar daños directos en tierra, pero presentan unas propiedades especiales que fueron un secreto absoluto durante más de treinta años, hasta el extremo de convertirse en un arma clave para la guerra nuclear sin que el público tuviera ningún conocimiento de ello. Los físicos sí que se lo imaginaban aunque, naturalmente, no dispusieran de los medios para realizar el experimento, que caía dentro de las atribuciones exclusivas de sus compañeros al servicio de las fuerzas armadas. Aunque a partir de 1981 se publicaron numerosos artículos en Science y otras revistas científicas revisadas por pares, fue sólo tras el final de la Guerra Fría –cuando sus posibilidades eran ya un secreto a voces en el mundo académico– que se empezó a hablar públicamente de la cuestión.

“Eran los daños causados por el EMP, tanto como los debidos a la explosión, el fuego y la radiactividad, lo que ensombrecía todos los estudios detallados sobre la posibilidad de recuperarse después de una guerra nuclear. Sin disponer de esencialmente nada eléctrico o electrónico, incluso en remotas áreas rurales, parecía sorprendentemente difícil que América pudiese recuperarse. La América posterior al ataque, en todos estos estudios, quedaba anclada a principios del siglo XX hasta que pudieran adquirirse en el extranjero equipos eléctricos y componentes electrónicos. Por razones obvias, todo el tema EMP era alto secreto y los seguimientos del Congreso se efectuaban a puerta cerrada. De hecho, esta es la primera sesión de seguimiento a puertas abiertas que recuerdo”
–Dr. Lowell Wood, director de los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore,
en audiencia ante el Congreso de los Estados Unidos, el 7 de octubre de 1999.
No se lo dijeron a nadie, pero Starfish Prime modificó el campo magnético de la Tierra –específicamente, el cinturón interior de Van Allen– y creó un cinturón de radiación a su alrededor que dañó tres satélites. Durante muchos años, hubo que construir los satélites artificales con mayor blindaje debido a este hecho. De manera más notoria, ocurrieron cosas extrañas en las Islas Hawaii, situadas a casi mil quinientos kilómetros de distancia: se fundieron misteriosamente trescientas farolas del alumbrado urbano, se dispararon cientos de alarmas contra robo e incendio aunque no hubiera llegado ni la más mínima vibración, y el enlace interinsular de microondas de una compañía telefónica se quemó. Estas averías fueron reparadas rápidamente, sin dar ninguna explicación.

La Unión Soviética protestó, como era de esperar, aunque sólo uno de sus satélites había resultado afectado marginalmente. Lo que no dijeron los rusos es que ellos tenían ya preparada sus propias pruebas para apenas tres meses después, relacionadas con el estudio de la Defensa Antibalística de Moscú: la serie K, que se hizo estallar en Kazajistán entre octubre y noviembre de 1962, con cinco cargas de hasta 300 kilotones. La tercera prueba de la serie, denominada poco imaginativamente K-3, detonó el 22 de octubre a 290 kilómetros de altitud, no muy lejos de la vertical de Jezkazgan, mientras el resto del mundo andaba ocupado con la Crisis de los Misiles de Cuba. Los científicos soviéticos monitorizaban muy discretamente una línea telefónica aérea de 570 km para medir los efectos de aquella energía secreta que parecía hacer cosas a los sistemas eléctricos a distancias enormes; para ello, la habían dividido en varios sectores de 70 u 80 km., instrumentados independientemente.

Se puede imaginar su estupor cuando los 570 km quedaron fritos con corrientes de 1.500 a 3.400 amperios, con todos sus fusibles y disyuntores a gas, y con ellos toda la red de líneas secundarias. No sólo eso: también se incendió violentamente la central eléctrica de Karaganda, mientras 1.500 km de cables eléctricos subterráneos entre Astana y Almaty quedaban fuera de servicio, además de una cantidad incontable de daños menores. De nuevo, aquella energía secreta invisible e imperceptible había demostrado su capacidad de dañar gravemente la infraestructura civil y militar a distancias enormes mediante la sobrecarga masiva de los sistemas eléctricos y electrónicos radicalmente indispensables para cualquier forma de sociedad tecnificada.

Al año siguiente, los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron el Tratado de Limitación Parcial de las Pruebas Nucleares, prohibiendo todos los ensayos excepto los subterráneos, que después suscribiríamos hasta 123 países. La razón fundamental de este tratado fue reducir la cantidad de lluvia radiactiva que estaba ya contaminando toda la Tierra debido a las 331 pruebas atmosféricas norteamericanas, las 200 soviéticas y las decenas de Francia, el Reino Unido y China. Y eso estuvo bien. Aunque también hubo otra razón menos confesable: mantener esta fuerza secreta en la oscuridad, lejos del alcance de cualquier futura potencia nuclear.


Pero, ¿de qué se trataba? ¿Qué clase de fuerza extraordinaria es esta que puede destruir el sustrato más básico de la civilización tecnológica contemporánea a lo largo y ancho de todo un continente, después de una explosión nuclear en el espacio exterior que ni siquiera llega a verse y mucho menos notarse desde tierra? Porque este arma sólo deja como prueba de su presencia unas luces multicolores bellísimas, muy altas en el cielo, que son en realidad auroras boreales: las luces del fin del mundo. Por eso la llaman la bomba del arco iris.

El pulso electromagnético de gran altitud (HEMP).

Cuando se produce un pico súbito de energía electromagnética, durante un periodo muy corto de tiempo, decimos que se trata de un pulso electromagnético. Podríamos afirmar que, por ejemplo, un rayo o un relámpago causan pulsos electromagnéticos naturales.

Ya en 1945, durante las primeras pruebas nucleares en Nevada, se blindaron por partida doble los equipos electrónicos porque Enrico Fermi se esperaba alguna clase de pulso de estas características generado por aquellas bombas atómicas primitivas. A pesar de este blindaje, numerosos registros resultaron dañados o destruidos. Lo mismo les ocurrió a los soviéticos y los británicos, que llamaban a este efecto radioflash.

Lo que ocurre es que, en una bomba atómica que estalla cerca del suelo, el pulso electromagnético es pequeño, tiene poco alcance y en general queda dentro del área de destrucción térmica y cinética ocasionada por el arma, con lo que no se detecta a primera vista. Pero en un explosivo atómico que detona fuera de la atmósfera terrestre, en el espacio exterior, este efecto es muy distinto y resulta amplificado a gran escala por el propio campo magnético natural terrestre. ¿Cómo es esto posible?


Buena parte de la energía de una carga atómica se libera en forma de rayos gamma instantáneos. Los rayos gamma no son otra cosa que una forma de energía electromagnética de alta frecuencia; esto es, fotones como los que, a frecuencias menores, componen la luz, las ondas de radio o los rayos X. Su emisión es característica en los procesos que afectan al núcleo de los átomos o las partículas subatómicas que los forman. En una explosión nuclear, por tanto, se producen masivamente.

Dentro de la atmósfera terrestre, los rayos gamma resultan absorbidos rápidamente por los átomos del aire, produciendo calor; parte de la devastadora energía termocinética que caracteriza a las armas atómicas se debe precisamente a esta razón. Pero fuera de la atmósfera terrestre, esta absorción no se produce, porque no hay aire ni nada digno de mención que se cruce en su camino: a efectos macroscópicos, viajan por el vacío. Y siguen haciéndolo a la velocidad de la luz, hasta volverse imperceptibles en la radiación de fondo. Algunos de los objetos más lejanos que conocemos son los brotes de rayos gamma, en el espacio profundo, precisamente porque esta radiación puede desplazarse sin muchas molestias a lo largo y ancho de todo el universo.

Sin embargo, en una detonación próxima a la Tierra, la parte de esta radiación gamma que enfoca hacia el planeta viaja a la velocidad de la luz hasta alcanzar las capas exteriores de la atmósfera. Si se ha producido lo bastante cerca (típicamente, entre cien y mil kilómetros), esta esfera de radiación gamma en expansión no habrá llegado a disiparse mucho y billones de estos fotones de alta frecuencia chocan con los átomos del aire, a entre 20 y 40 km de altitud, cubriendo la extensión de un continente e incluso más. Entonces, se producen dos efectos curiosos.

El primero es que los átomos de la atmósfera resultan excitados y se ponen a liberar gran cantidad de electrones libres de alta energía, por efecto Compton. A continuación, estos electrones resultan atrapados por las líneas magnéticas del campo terrestre y se ponen a girar en espiral en torno a las mismas. El resultado es una especie de "dinamo" gigantesca, del tamaño del planeta, con un "bobinado" (los electrones libres capturados) que gira a la velocidad de la luz.

No giran mucho tiempo, pero da igual. Como consecuencia, se produce un inmenso pulso electromagnético que carga de grandes cantidades de electricidad el aire circundante y la tierra que está a sus pies. Estas cargas eléctricas ionizan intensamente la atmósfera, causando las bellísimas auroras boreales que dan nombre a la bomba del arco iris, y a continuación se abalanzan sobre todo lo que esté a su alcance con un potencial de decenas e incluso cientos de miles de voltios/metro. Especialmente, sobre los sistemas eléctricos y electrónicos.

Típicamente, el pulso así generado tiene tres componentes, denominados –de manera igualmente poco creativa– E1, E2 y E3. Ninguno de ellos tiene la capacidad de dañar de manera significativa a la materia corriente o a las personas. El E3 es un pulso muy lento, con decenas a cientos de segundos de duración, ocasionando un efecto parecido al de una tormentas geomagnética muy severa; tiende a deteriorar o dañar las grandes líneas eléctricas y sus transformadores. El E2 es muy parecido al ocasionado por el relámpago, y resulta fácilmente neutralizado por los pararrayos y otras protecciones similares contra embalamientos energéticos. El E1, en cambio, es brutalmente rápido, casi instantáneo, y transporta grandes cantidades de energía electromagnética; por ello, es capaz de superar las protecciones corrientes contra rayos y otras sobrecargas, induciendo corrientes enormes, miles de amperios, en los circuitos eléctricos y electrónicos que quedan a su alcance: miles de kilómetros de alcance.


El resultado es sencillo: los circuitos, simplemente, se fríen de modo instantáneo por todo el continente. Esto sucede sobre todo en aquellos que están conectados a antenas (pues una antena capta tanta energía electromagnética del aire como puede) y a líneas que actúen de antena (por ejemplo, los propios cables de la red eléctrica). Pero se ha documentado también muchas veces en circuitos apagados y desconectados, pues el pulso es lo bastante intenso para inducir corriente en su interior.

Los microchips de alta integración en los que se basa toda nuestra tecnología presente, desde las grandes instalaciones industriales y energéticas hasta los aparatejos que nos compramos continuamente, son especialmente frágiles ante el componente E1 del pulso electromagnético, que quema con facilidad las uniones P-N por embalamiento térmico, tanto más cuanto más pequeños sean sus componentes. La subsiguiente dislocación de los sistemas SCADA, los controladores PLC y otros elementos clave de los sistemas que garantizan los servicios de la civilización actual puede poner fácilmente a una sociedad contemporánea de rodillas durante las primeras fracciones de segundo de un ataque así, incluso mucho antes de que empiece la guerra de verdad... en caso de que haga falta después de algo así.

Se ha documentado que esta clase de circuitos pueden quedar dislocados con pulsos de 1.000 voltios/metro y la mayoría de ellos resultan destruidos por debajo de 4.000 voltios/metro. Un arma nuclear detonando en el espacio para generar pulsos electromagnéticos puede barrer fácilmente un continente entero con un potencial de entre 6.000 y 50.000 voltios/metro, incluso con potencias explosivas muy bajas, por debajo de 10 kilotones, menos que la primitiva bomba de Hiroshima. Aunque la documentación pública al respecto es ciertamente críptica, parece como si el componente E1 fuese en gran medida independiente de la energía total liberada por el arma (a diferencia del E3, que es directamente proporcional).


Debido a la distribución característica de las lineas del campo magnético terrestre, y dado que la generación del pulso es totalmente dependiente de las mismas, su intensidad está relacionada con la latitud. El pulso tiende a ser débil cerca del ecuador e intenso en las latitudes intermedias donde se hallan Europa, Estados Unidos, China, Japón y las áreas más habitables de Canadá y Rusia. Su impacto sería mucho más notorio en sociedades altamente urbanas e industrializadas y menor en las zonas agrícolas subdesarrolladas o en vías de desarrollo. Las ciudades, que dependen de una infinidad de servicios garantizados por estas tecnologías y son prácticamente inhabitables en ausencia de los mismos, sufrirían de manera particular. Toda gran urbe depende de sus suministros y su pujanza económica; la capacidad del pulso electromagnético inducido para desarticular los suministros y suprimir la actividad económica les resultaría letal.

Esto último nos hace observar un hecho singular: las armas de pulso electromagnético podrían ser una opción extraordinariamente interesante para países que se sientan en condiciones de inferioridad tecnológica o industrial respecto a un adversario. En un intercambio de bombas del arco iris, el bando más tecnificado e industrializado sufriría daños y dislocaciones de sus infraestructuras esenciales mucho mayor que el bando menos dependiente de la tecnología avanzada. Si las armas nucleares tienen en general una capacidad igualadora importante, las de pulso electromagnético llevan esta capacidad al extremo. Hipotéticamente, una nación agrícola atrasada y anclada a principios del siglo XIX no sufriría ningún daño por un ataque de estas características, mientras que una nación sofisticada, urbanita y avanzada sufriría pérdidas inmensas y correría grave riesgo de aniquilación.

Efectos del HEMP.
“Los automóviles modernos dependen de los semiconductores y los microprocesadores; la posibilidad de que sufran daños catastróficos es, por tanto, extrema. Ninguno de los sistemas militares desprotegidos que hemos sometido a pruebas soportaba más de 10.000 voltios por metro [...] Las tormentas solares, de potencia muy inferior a esta distancia, han provocado cortes de electricidad muy severos. Existen múltiples razones para creer que las partes de nuestros sistemas de comunicaciones basadas en semiconductores, es decir su práctica totalidad, serían extremadamente vulnerables a un ataque EMP. Es razonable afirmar que muchos, si no todos los sistemas informáticos modernos expuestos a campos EMP de 50.000 voltios por metro, desde los portátiles hasta los grandes sistemas, dejarían de funcionar como mínimo. Y la mayoría de ellos se quemarían. Cualquier arma nuclear de cualquier tipo [generará EMP si se detona a la altitud adecuada]”
–Dr. Lowell Wood, op.cit.

Durante un intenso ataque de pulso electromagnético de gran altitud (HEMP) un ciudadano corriente sólo notaría al principio que se ha ido la luz. Su sorpresa aumentaría al mirar su reloj (digital) de pulsera, querer usar el teléfono, encender su portátil o descubrir que al menos una parte de los coches y camiones han dejado de funcionar repentinamente y están formando grandes atascos: nada parece estar operativo. En muchas ciudades, que dependen de bombas para el correcto funcionamiento de la red de aguas potables, la presión de los grifos comenzaría a descender (y en otros puntos aumentar, hasta el extremo de reventar las tuberías). El personal de mantenimiento o emergencias que acudiera a reparar las averías e incendios descubriría que sus propios instrumentos están dañados y al menos una parte de sus vehículos inutilizados.


Así reducido ya al estado de un campesino del siglo XIX sin saberlo, es posible que nuestro amigo o amiga pasara sus primeras horas esperando a ver si vuelve la corriente, leyendo a la luz de las velas, jugando con los niños o bajando al bar (donde no funciona ni la cafetera, ni la cocina) para echar la partida sin luz. En este momento, su vida sería aún parecida a quienes experimentaron algún gran apagón como este, este o este otro. Quienes trabajen o estudien lejos de sus casas tendrían muchos problemas para regresar, y es probable que debieran hacerlo a pie.

Puede que su nerviosismo comenzara a aumentar a la mañana siguiente, al descubrir que todo sigue sin funcionar, que los alimentos del refrigerador comienzan a estropearse y que los cajeros automáticos continúan muertos. Trata de conseguir una radio a pilas, se dirige a la comisaría más próxima o a la junta de distrito a preguntar. Nadie sabe gran cosa. Corre el rumor de que ha habido una guerra. Los supermercados y la mayoría de comercios, desprovistos de cajas registradoras, suministros diarios y controles de stock y personal están en su mayoría cerrados a cal y canto; sólo quedan abiertos algunos pequeños comerciantes, vendiendo el fondo de almacén y sacando las cuentas con lápiz y papel. Se pasa por el trabajo, donde le dicen que no hay nada que hacer hasta que vuelva la luz. Los niños siguen yendo al colegio (si viven cerca), pues para dar clase sólo se precisa tiza y pizarra, pero los profesores andan un poco confundidos.

Cuando pasa por delante de un hospital, se encuentra con largas colas en las puertas de urgencias. Aparentemente, tienen problemas para atender a los enfermos, y no digamos ya cuando se precisa una intervención quirúrgica. Oye decir que se les están agotando los medicamentos más utilizados. Un poco asustado, busca una farmacia abierta para adquirir los fármacos que usa la familia. No se los quieren vender sin receta, y de todas formas algunos ya no quedan. Por todas partes hay vehículos inútiles empujados malamente sobre las aceras y arcenes. Gracias a eso pueden circular ahora unos pocos trastos viejos, anteriores a la era de las centralitas digitales y el encendido electrónico. Pasa un arcaico Land Rover de la Guardia Civil, pidiendo por megafonía a viandantes y vecinos que permanezcan en sus casas siguiendo instrucciones de la Delegación del Gobierno.


Nuestro ciudadano se asusta y decide regresar al hogar. Cuando pasa por cerca de la estación del tren, observa que allí tienen luz eléctrica. Al asomarse, descubre que han conectado una locomotora diésel-eléctrica del año de la tos, a modo de generador. Las modernas máquinas computerizadas para los AVEs y Alaris y demás redes de velocidad alta, en cambio, parecen estar inutilizadas.

En unos pocos días, a nuestro ciudadano ya no le queda comida, ni medicamentos, y el agua potable es de dudosa salubridad. La electricidad sigue sin regresar, pues las fábricas que debían construir los repuestos para hacer millones de reparaciones a gran escala también están destruidas. Se habla de que van a evacuar a la gente al campo. Pero, ¿en qué campos van a meter a los millones de habitantes de las ciudades? Desde la terraza, ve cómo se van formando las primeras colas de refugiados. Sólo entonces comprende que su vida y la de los suyos ha cambiado para siempre, propulsados a un mundo antiguo donde, realmente, ya no sabe cómo sobrevivir.
 Esto no son hipótesis. Este es el tipo de daño que vemos en los transformadores durante las tormentas geomagnéticas. Una tormenta geomagnética es una variante muy suave, muy sutil, del llamado componente lento del EMP [E3].


Así que cuando estos transformadores quedan sometidos al [E3], básicamente se queman, no debido al propio EMP sino a la interación del EMP con la operación normal del sistema eléctrico. Los transformadores se queman y cuando se queman así, señor, ahí se quedan y no se pueden reparar. Deben reemplazarse, como usted apuntó, desde fuentes extranjeras. Los Estados Unidos, como parte de su ventaja competitiva, ya no producen grandes transformadores eléctricos en ningún lugar. Toda la producción está deslocalizada en el exterior.


Y cuando quiere usted uno nuevo, lo pide, y entonces hay que fabricarlo y entregarlo. No se almacenan. No hay inventario. Se fabrica, se embarca y se entrega por medios muy lentos y complejos porque son objetos muy grandes y masivos. Vienen despacio. El retraso típico desde que ordena usted uno hasta que lo tiene en servicio es de uno a dos años, y eso es si todo sale estupendamente [y tiene usted dinero para pagarlo.]
 –Dr. Lowell Wood, en otra comparecencia ante el Senado de los EEUU, 2005.

Uso militar del HEMP: destruyendo la civilización a continentes.
“Los soviéticos planificaron un ataque EMP muy extenso contra los Estados Unidos y otros objetivos [...] Un ataque así causaría billones [europeos] de dólares en daños infraestructurales [...] A finales de la Guerra Fría [...] sólo la Unión Soviética tenía la capacidad de montar ataques EMP contra los Estados Unidos, y muy probablemente lo haría como el primer golpe de una lucha a muerte realizada con medios técnicos protegidos contra EMP. Las respuestas indicadas a cualquier ataque EMP eran bien claras. La capacidad soviética máxima para imponer esos ataques existe todavía en las fuerzas estratégicas de la Federación Rusa, y predigo sin duda ninguna que seguirá existiendo durante muchas décadas [...] Cualquier país que disponga de un arma nuclear del tipo de las utilizadas en la II Guerra Mundial [y un cohete capaz de transportarla al espacio] puede realizar un ataque EMP.
–Dr. Lowell Wood, op.cit. (1999)

Se ha postulado insistentemente que las armas de pulso electromagnético y otras aún más esotéricas como las de oscurecimiento constituirían el compás de apertura de la guerra nuclear. Un país así atacado a escala continental sufriría grave desarticulación de sus sistemas defensivos, y muy especialmente en sus radares y telecomunicaciones radioeléctricas. Pero, si bien todos los medios militares que se pueden proteger suelen estar protegidos, su efecto sobre la infraestructura civil resultaría tan devastador que un atacante podría optar por utilizar únicamente esta técnica para asestar un golpe terrible sin iniciar una guerra nuclear a gran escala.

Un solo cohete con una sola cabeza detonando en el espacio exterior, lejos de cualquier sistema antimisil del presente o del futuro próximo, puede provocar con facilidad esta clase de efectos a mayor o menor nivel. Hace tiempo que los científicos rusos y chinos publican abiertamente artículos sobre las posibilidades de construir armas de "súper-EMP", diseñadas específicamente con objeto de llevar esta clase diferente de destrucción a sus límites teóricos máximos. Para potencias que disponen desde hace décadas de tecnología de armas nucleares avanzadas, misiles balísticos y cohetes espaciales, el coste de tales opciones es ridículamente bajo. Incluso países mucho más atrasados como Corea del Norte podrían llevar a cabo un ataque de este tipo con éxito, lo que seguramente explica algunas realidades presentes de la política internacional.

Curiosamente, un ataque de pulso electromagnético sólo se puede realizar una vez, y luego hay que esperar a que la atmósfera se descargue para repetirlo: cuando el aire está altamente ionizado por la detonación precedente, los siguientes pulsos "se ponen a tierra" y no hacen gran cosa. Por este mismo motivo se prefieren armas de fisión de una sola etapa en vez de armas de fusión multietápicas, o se corre el riesgo de que el pulso generado por la pequeña carga iniciadora debilite los efectos de las siguientes etapas.

Por su capacidad para causar grandes daños en un área inmensa a un coste ridículo, de manera difícilmente evitable y con la hipotética posibilidad de desarticular por completo la sociedad atacada durante un periodo de tiempo indeterminado, es muy probable que este tipo de armas se utilizaran en cualquier conflicto que escalara al nivel nuclear.

Armas de pulso electromagnético no nucleares.


Se han postulado diversas armas electromagnéticas de alcance reducido, con el propósito de realizar ataques selectivos contra una instalación o vehículo determinados. Ya en 1951, Andrei Sajárov y su equipo propusieron en la URSS un cierto generador por compresión de flujo mediante bombeo explosivo, que fue reproducido poco después en el Laboratorio Nacional Los Álamos estadoundense. Los generadores Marx usados en la investigación de los efectos del pulso electromagnético constituyen otra posibilidad, aunque son caros y voluminosos para una aplicación militar en el campo de batalla. Un dispositivo llamado vircator puede convertir con facilidad la energía producida por estos generadores en fuertes pulsos locales, con un alcance de decenas o cientos de metros.

No se ha documentado con claridad el uso de este tipo de armas en guerras reales, probablemente porque están envueltas en un velo de secreto, los sistemas militares suelen estar protegidos contra pulsos y las redes eléctricas civiles se suprimen con más facilidad y de manera más selectiva mediante el uso de bombas de grafito.

Defensa contra pulsos electromagnéticos.


Es conceptualmente sencillo proteger una instalación o equipo contra pulsos electromagnéticos, y en ocasiones hasta barato: si la defensa se implementa en la fase de diseño, puede llegar a encarecer el producto final en cantidades tan bajas como un 5% (aunque en otros casos llegue a superar el 100%). Sin embargo, esto sólo es aplicable a determinadas instalaciones y dispositivos, y una protección fuerte contra pulsos electromagnéticos militares presenta numerosos problemas de índole práctica (y económica).

Uno de estos problemas sustanciales radica en que, para proteger una instalación o equipo contra esta clase de ataque, la única aproximación verdaderamente eficaz consiste en encerrarlo en una caja o jaula de Faraday. Sin embargo, una jaula de Faraday perfecta resulta más fácil de decir que de hacer, sobre todo cuando hablamos de instalaciones voluminosas como una central eléctrica o telefónica, una estación de transformación, una refinería o una planta industrial. Entre otras cosas, requiere un costoso mantenimiento constante, para evitar que la humedad, la oxidación o incluso cosas como pequeños corrimientos de tierra que generen grietas en el subsuelo dejen un "paso libre" al pulso.

Otro problema importante radica en que las propias redes (eléctrica, telefónica, incluso la de aguas y alcantarillado...) pueden transportar el pulso con facilidad al interior de la instalación o dispositivo. Todo contacto con el exterior debe estar defendido con componentes dieléctricos, fusibles o disyuntores ultrarrápidos –raros y caros, pues como ya hemos mencionado las protecciones contra el rayo no sirven contra el componente E1 del pulso– o, incluso, mediante el uso de equipos totalmente autónomos situados dentro de la jaula.


Resulta especialmente complicado proteger los dispositivos provistos –externa o internamente– de antenas o de cableados o circuitos que actúen como una antena, dado que la naturaleza de las mismas es precisamente captar tanta energía electromagnética de la atmósfera como sea posible. Esta clase de aparatos quedarán destruidos con facilidad durante un ataque de esta naturaleza, e incluso pueden llegar a incendiarse o estallar. Prácticamente todos los equipos electrónicos que utilizamos cotidianamente y las redes que los alimentan son susceptibles de actuar como una antena.

Investigación de los pulsos electromagnéticos.


Los procesos y efectos de los pulsos electromagnéticos de gran altitud se estudian fundamentalmente por dos vías. Una de ellas son los generadores Marx, capaces de inducirlos localmente sobre los equipos que se desea poner a prueba. De esta forma, se pueden descubrir sus efectos sobre cada aparato específico y sobre las protecciones que se les puedan haber implementado. Pese a que estos equipos son costosos y muy voluminosos, son numerosos los países que han trabajado con los mismos: Estados Unidos, la URSS y luego Rusia, China, el Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, Suiza e Italia.


Para comprender la manera como se generan estos pulsos y otros fenómenos similares de utilidad tanto civil como militar se utilizan las instalaciones del tipo del HAARP, tan del gusto de los conspiranoicos (aunque nunca sean capaces de acertar a qué se dedican realmente, y desde luego no tiene nada que ver con los terremotos). Tanto el HAARP norteamericano (con su potencia de 3,6 MW... hay cadenas de radio que emiten más energía) como la instalación rusa de Sura (190 MW, 53 veces más) o el EISCAT europeo (cerca de un gigavatio total) y algunos otros de menor potencia son equipos de calentamiento ionosférico por radiación electromagnética. Estas instalaciones permiten simular de manera limitada el bombeo de rayos gamma y X en las capas exteriores de la atmósfera característicos de una carga nuclear EMP (y también de un montón de fenómenos naturales, como la radiación solar).


Sin que el mundo lo supiera, las principales potencias han dispuesto durante más de cuarenta años de un arma capaz de acabar con la civilización tecnológica moderna en apenas una fracción de segundo. En vez de corregir discretamente esta debilidad, la evolución de las sociedades y los mercados hacia unas tecnologías cada vez más delicadas y una economía donde se tienden a presionar todos los costes a la baja han magnificado el riesgo de que un ataque así suprima radicalmente los medios técnicos de una nación moderna y la envíe de vuelta al siglo XIX... en un tiempo donde ya nadie recuerda cómo se sobrevivía en el siglo XIX. Al igual que ocurre con las armas nucleares, no hay manera de desinventar el pulso electromagnético; sólo queda protegerse contra él. La pregunta es si queremos. Si queremos pagarlo, claro.

Gracias por el artículo y buen trabajo.

Cuidado, su cerebro está siendo bombardeado...

La cuarta guerra mundial ya comenzó. Mientras Ud. descansa, mientras Ud. consume, mientras Ud. goza de los espectáculos que le ofrece el sistema, un ejército invisible se está apoderando de su mente, de su conducta y de sus emociones. Su voluntad está siendo tomada por fuerzas de ocupación invisibles sin que Ud. sospeche nada.




Las batallas ya no se desarrollan en espacios lejanos, sino en su propia cabeza. Ya no se trata de una guerra por conquista de territorios, sino de una guerra por conquista de cerebros, donde Ud. es el blanco principal. El objetivo ya no es matar, sino controlar. las balas ya no apuntan a su cuerpo, sino a sus contradicciones y vulnerabilidades psicológicas. Su conducta está siendo chequeada, monitoreada, y controlada por expertos. Su mente y su psicología están  siendo sometidas a operaciones extremas de guerra de cuarta generación. Una guerra sin frentes ni retaguardias, una guerra sin tanques ni fusiles, donde Ud., es a la vez, la víctima y el victimario.





1. Guerra de Cuarta Generación
Guerra de Cuarta Generación (Fourth Generation Warfare - 4GW) es el término usado por los analisttas y estrategas militares para describir la última fase de la guerra en la era de la tecnología informática y de las comunicaciones globalizadas.
En 1989 comenzó la formulación de la teoría de la 4GW cuando William Lind y cuatro oficiales del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos, titularon un documento: "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación".
Ese año, el documento se publicó simultáneamente en la edición de octubre del Military Review y la Marine Corps Gazette.
Si bien en sus primeros tramos de la década del noventa la teoría no fue precisada ni se expresó claramente qué se entiende por 4GW, el concepto luego fue asociado a la Guerra Asimétrica y a la "Guerra Contraterrorista".
William Lind escribió su esbozo de teoría, en momentos en que la Unión Soviética ya había sido derrotada en Afganistán e iniciaba su colapso inevitable como sistema de poder mundial.
Por lo tanto, a la Guerra de Cuarta Generación se la visualiza como una hipótesis de conflicto emergente de la pos-Guerra Fría, en tanto que algunos analistas relacionan su punto de partida histórico con los atentados terroristas del 11-S en EEUU.
En cuanto a la evolución de la fases de la guerra hasta la cuarta generación, se la describe así:
Fase inicial: arranca con la aparición de las armas de fuego y alcanzaría su máxima expresión en las guerras napoleónicas. Las formaciones lineales y el "orden" en el campo de batalla constituyen sus principales rasgos y el enfrentamiento entre masas de hombres, su esencia. La Guerra de Primera Generación corresponde a los enfrentamientos con tácticas de líneas y columnas.
Fase segunda: comienza con el advenimiento de la Revolución Industrial y la disponibilidad en el campo de batalla de medios capaces de desplazar grandes masas de personas y de desatar poderosos fuegos de artillería. El enfrentamiento de potencia contra potencia y el empleo de grandes recursos, constituye el rasgo esencial de esta generación. La Primera Guerra Mundial es su ejemplo paradigmático.
Fase tercera: se caracteriza por la búsqueda de neutralización de la potencia del enemigo mediante la detección de flancos débiles con la finalidad de anular su capacidad operativa, sin necesidad de destruirlo físicamente. La Guerra de Tercera Generación fue  desarrollada por el Ejercito Alemán en el conflicto mundial de 1939-1945 y es comúnmente conocida como “guerra relámpago” (Blitzkrieg). No se basa en la potencia de fuego, sino en la velocidad y sorpresa. Se identifica esta etapa con el empleo de la guerra psicológica y tácticas de infiltración en la retaguardia del enemigo durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1991, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén Martín Van Creveld publicó un libro titulado "La Transformación de la Guerra", que aportaría sustento intelectual a la teoría de la 4GW.
El autor sostiene que la guerra ha evolucionado hasta un punto en que la teoría de Clausewitz resulta inaplicable.
Van Creveld prevé que en el futuro las bases militares serán reemplazadas por escondites y depósitos, y el control de la población se efectuará mediante una mezcla de propaganda y terror.
Las fuerzas regulares se irán trasformando en algo diferente a lo que han sido tradicionalmente, señala Van Creveld. También prevé la desaparición de los principales sistemas de combate convencionales y su conversión en conflictos de baja intensidad (también llamados Guerras Asimétricas) .
La variante "contraterrorista"
Tras los ataques terroristas del 11-S en EEUU,  la Guerra de Cuarta Generación se complementa con el uso del  "terrorismo mediatizado" como estrategia y sistema avanzado de manipulación y control social.
Se produce, por primera vez, el uso sistematizado del "terrorismo"  (realizado por grupos operativos infiltrados en la sociedad civil) complementado con Operaciones Psicológicas Mediáticas orientadas al aprovechamiento social, político y militar del hecho "terrorista".
La "Guerra Contraterrorista" (una variante complementaria  de la Guerra de Cuarta Generación) borra las fronteras tradicionales entre "frente amigo" y "frente enemigo" y sitúa como eje estratégico de disputa la guerra contra un enemigo universal invisible diseminado por todo el planeta: el terrorismo.
La lógica del "nuevo enemigo" de la humanidad, identificada con el terrorismo tras el 11-S, se articula operativamente a partir de la "Guerra Contraterrorista" que compensa la desaparición del "enemigo estratégico" del capitalismo en el campo internacional de la Guerra Fría: la Unión Soviética.
La "guerra preventiva" contra el "terrorismo"  (como veremos más adelante) produce un salto cualitativo en la metodología y en los recursos estratégicos de la Guerra de Cuarta Generación al servicio de los intereses imperiales de la potencia hegemónica regente del sistema capitalista: EEUU .
La "guerra inter-potencias" (o inter-países") expresada en la confrontación "Este-Oeste", desaparece con la Unión Soviética, y  es sustituida, a partir del 11-S,  por la "Guerra Contraterrorista" librada por todas las potencias y por el Imperio regente (EEUU)  contra un sólo enemigo: el terrorismo "sin fronteras".
El desarrollo tecnológico e informático, la globalización del mensaje y las capacidades para influir en la opinión pública mundial, convertirán a la Guerra Psicológica Mediática en el arma estratégica dominante de la 4GW, en su variante "contraterrorista".
Las operaciones con unidades militares son sustituidas por operaciones con unidades mediáticas, y la acción psicológica con el "terror" sustituye a las armas en el teatro de la confrontación.
De esta manera, y a partir del 11-S norteamericano, la "Guerra Contraterrorista" y la "Guerra Psicológica", conforman las dos columnas estratégicas que sostienen a la Guerra de Cuarta Generación, con los medios de comunicación convertidos en los nuevos ejércitos de conquista.
2. Guerra Psicológica (o Guerra Sin Fusiles)
En la definición conceptual actual, la columna vertebral de la Guerra de Cuarta Generación se enmarca dentro del concepto de "guerra psicológica", o "guerra sin fusiles", que fue acuñado, por primera vez, en los manuales de estrategia militar de la década del setenta.
En su definición técnica, "Guerra Psicológica", o "Guerra sin Fusiles", es el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientadas a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de la armas.
Los ejércitos militares, son sustituidos por grupos operativos  descentralizados especialistas en insurgencia y contrainsurgencia, y por expertos en comunicación y psicología de masas.
El desarrollo tecnológico e informático de la era de las comunicaciones, la globalización del mensaje y las capacidades para influir en la opinión pública mundial, convertirán a las operaciones de acción psicológica mediática en el arma estratégica dominante del la 4GW.
Como en la guerra militar, un plan de guerra psicológica está destinado a: aniquilar, controlar o asimilar al enemigo.
La guerra militar y sus técnicas se revalorizan dentro de métodos científicos de control social, y se convierten en una eficiente estrategia de dominio sin el uso de las armas.
A diferencia de la Guerra Convencional, la Guerra de Cuarta Generación no se desarrolla en teatros de operaciones visibles.
No hay frentes de batalla con elementos materiales: la guerra se desarrolla en escenarios combinados, sin orden aparente y sin líneas visibles de combate, los nuevos soldados no usan uniforme y se mimetizan con los civiles.
Ya no existen los elementos de la acción militar clásica: grandes unidades de combate (tanques, aviones, soldados, frentes, líneas de comunicación, retaguardia, etc).
Las bases de planificación militar son sustituidas por pequeños centros de comando y planificación  clandestinos, desde donde se diseñan las modernas operaciones tácticas y estratégicas.
Las grandes batallas son sustituidas por pequeños conflictos localizados, con violencia social extrema, y sin orden aparente de continuidad.
Las grandes fuerzas militares son sustituidas por pequeños grupos operativos (Unidades de Guerra Psicológica) dotados de gran movilidad y de tecnología de última generación, cuya función es detonar desenlaces sociales y políticos mediante operaciones de guerra psicológica.
Las unidades de Guerra Psicológica son complementadas por Grupos Operativos, infiltrados en la población civil con la misión de detonar hechos de violencia y conflictos sociales.
Las tácticas y estrategias militares, son sustituidas por tácticas y estrategias de control social, mediante la manipulación informativa y la acción psicológica orientada a direccionar conducta social masiva.
Los blancos ya no son físicos (como en el orden militar tradicional) sino psicológicos y sociales. El objetivo ya no apunta a la destrucción de elementos materiales (bases militares, soldados, infraestructuras civiles, etc), sino al control del cerebro humano.
Las grandes unidades militares (barcos, aviones, tanques, submarinos, etc) son sustituidas por un gran aparato mediático compuesto por las grandes redacciones y estudios de radio y televisión.
El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático: Las consignas y las imágenes sustituyen a las bombas, misiles y proyectiles del campo militar.
El objetivo estratégico ya no es el apoderamiento y control de áreas físicas (poblaciones, territorios, et) sino el apoderamiento y control de la conducta social masiva.
Las unidades tácticas de combate (operadores de la guerra psicológica)  ya no disparan balas sino consignas direccionadas a conseguir un objetivo de control y manipulación de conducta social masiva.
Los tanques, fusiles y aviones son sustituidos por los medios de comunicación (los ejércitos de cuarta generación) y las operaciones psicológicas se constituyen en el arma estratégica y operacional dominante.
3- El blanco
En la Guerra sin Fusiles, la Guerra de Cuarta Generación (también llamada Guerra Asimétrica) , el campo de batalla ya no está en el exterior, sino dentro de su cabeza. 
Las operaciones ya no se trazan a partir de la colonización militar para controlar un territorio, sino a partir  de la colonización mental para controlar una sociedad.
Los soldados de la 4GW ya no son militares, sino expertos comunicacionales en insurgencia y contrainsurgencia, que sustituyen a las operaciones militares por las operaciones psicológicas.
Las balas militares son sustituidas por consignas mediáticas que no destruyen su cuerpo, sino que anulan su capacidad cerebral de decidir por usted mismo.
Los bombardeos mediáticos con consignas están destinados a destruir el pensamiento reflexivo ( información, procesamiento y síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada) .
Los bombardeos mediáticos no operan sobre su inteligencia, sino sobre su psicología: no manipulan su conciencia sino sus deseos y temores inconcientes.
Todos los días, durante las 24 horas, hay un ejército invisible que apunta a su cabeza: no utiliza tanques, aviones ni submarinos, sino información direccionada  y manipulada por medio de imágenes y titulares.
Los guerreros psicológicos no quieren que usted piense información, sino que usted consuma información: noticias, títulos, imágenes, que excitan sus sentidos y su curiosidad, sin conexión entre sí.
Su cerebro está sometido a la lógica de Maquiavelo: "divide y reinarás": Cuando su mente se fragmenta con titulares desconectados entre sí, deja de analizar (qué, porqué y para qué de cada información) y se convierte en  consumista de órdenes psicológicas direccionalas a través de consignas.
Los titulares y las imágenes son los misiles de última generación que las grandes cadenas mediáticas disparan con demoledora precisión sobre su cerebro convertido en teatro de operaciones de la Guerra de Cuarta Generación.
Cuando Ud. consume titulares con "Bin Laden", "Al Qaeda", "terrorismo musulmán":   su mente está consumiendo consignas de miedo asociadas con "terrorismo", y su cerebro está sirviendo de teatro de operaciones a la "Guerra Contraterrorista" lanzada para controlar a la sociedades a escala global.
Cuando Ud. consume prensa internacional sin analizar los qué y los para qué, los intereses del poder imperial que se mueven detrás de cada noticia o información periodística, Ud. está consumiendo Guerra de Cuarta Generación.

 Gracias Manuel por tan gran aporte.

 Fuente:http://www.iarnoticias.com/secciones_2006/norteamerica/0019_guerra_cuarta_generacion_21mar06.html
Por Manuel Freytas - manuelfreytas@iarnoticias.com

Evo Morales... recremina a EEUU, la Ocupación de Haití....

No somos los únicos que pensamos lo que el Presidente Evo Morales comentó a la prensa nacional de Bolivia.. OCUPACIÓN MILITAR DE EEUU EN HAITÍ...




Mas mediosde comunicación que reportan abusos e Invasión de Haití

El ciclo del desempleo en Estados Unidos...

En octubre de 2009 el desempleo en Estados Unidos alcanzó el mayor volumen de su historia: 15 millones 612 mil personas. En relación con los 153 millones 854 mil personas que en ese mes componían la fuerza laboral civil, representaron 10.1 por ciento. Pero, dadas las modificaciones que continuamente experimenta la fuerza laboral civil (personas mayores de 16 año que están en condiciones de trabajar y que tienen o buscan empleo civil), ese volumen no representó la mayor tasa de desocupación de la historia contemporánea de nuestros vecinos. No. Esa mayor tasa se registró en diciembre de 1982 (10.8 por ciento) cuando no tenían trabajo –y lo buscaban– 12 millones 51 mil personas.



Por cierto, la menor tasa de desempleo de toda la historia económica que registran nuestros vecinos fue en mayo y junio de 1953 (2.5 por ciento), cuando alrededor de un millón 600 mil personas estuvieron desempleadas. Y como se colige de los datos históricos, nunca más se ha logrado tasa similar. Más aún, con la creciente incorporación de personas a esa fuerza laboral civil, tienden a agudizarse los problemas de desempleo.
Se trata de un problema crónico de esa economía –en realidad de todas las economías–, la creciente incapacidad de dar ocupación a la población, (hoy, por cierto, no hablaremos del tipo de ocupación, que merece una reflexión aparte). Sí, es cierto, los volúmenes y las tasas de desocupación suben y bajan. Pero cada vez suben a niveles más altos. Y también cada vez no sólo experimentan dificultades para bajar, sino que lo hacen a tasas de desempleo mayores. Con ciclos largos y ciclos cortos.
Por ejemplo, el más reciente ciclo largo de ascenso y descenso del desempleo (del empleo, lo mismo da) va de diciembre de 1982 con 10.8 de tasa de desocupación, a diciembre de 2009 con 10 por ciento. Si lo dibujamos es como una gran U. Pero en ese periodo se registraron tres ciclos cortos de ascenso y descenso. El dibujo de la U se nos convierte en una triple V. Los dos picos altos de desempleo de la primera V –un poco desnivelada, por cierto– son los meses de diciembre de 1982 (10.8 por ciento) y junio de 1992 (7.8 por ciento). Y el pico bajo esta primera V se registró en marzo de 1989, con 5 por ciento de desempleo. La segunda V corta dentro de la V larga se dibuja del pico anterior de junio de 1992 con 7.8 por ciento de desempleo a un nuevo pico alto de junio de 2003, con 6.3 por ciento de desempleo. Y el nuevo pico mínimo de esta V se registra en abril de 2000, con 3.8 por ciento. La tercera V corta parte del pico de junio de 2003 y llega al pico actual de octubre de 2009 con 10 por ciento de desempleo, que también es el pico de la gran V. El valor mínimo en esta tercera V corta se registró en octubre de 2006 con 4.4 por ciento. Sí, el desempleo en Estados Unidos registra un gran ciclo largo de diciembre de 1982 a diciembre de 2009, con valores máximos de 10.8 y 10 por ciento, respectivamente. Y tres ciclos cortos con dos valores máximos intermedios de 7.8 por ciento en junio de 1992 y 6.3 en junio de 2003. Asimismo tres mínimos: de 5 por ciento en marzo de 1989, 3.8 en abril de 2000 y 4.4 por ciento en octubre de 2006. Esto significa que en todo este largo ciclo de 324 meses, la menor tasa lograda ha sido de 3.8 por ciento, el mes de abril de 2000 con 5 millones 481 mil personas no tuvieron empleo.
En términos absolutos el ciclo largo y los tres ciclos cortos tienen prácticamente los mismos meses. En diciembre de 1982 Estados Unidos registró 12 millones 51 mil desempleados. Este número bajó a 6 millones 205 mil en marzo de 1989. De nuevo subió y alcanzó 10 millones 40 mil en junio de 1992. Pero, como señalé antes, en julio del mismo 1992 empezó a descender para llegar a 5 millones 481 mil en abril de 2000. De nuevo empezó a subir, y en junio de 2006 llegó a 9 millones 266 mil.
El milagro de las transferencias del exterior que permitió ampliar el crédito hizo descender de nuevo este número de desempleados a 6 millones 728 mil desempleados en octubre de 2006. Pero de noviembre de ese año a octubre pasado, se elevó de la manera más acelerada de su historia a un total de 15 millones 612 mil. Este registro bajó a 15 millones 267 mil en diciembre. Es prematuro decir si con ello empieza un nuevo ciclo largo o, por el contrario, se trata de un nuevo ciclo corto que dará nuevos niveles y nueva extensión al ciclo largo, hasta ahora identificado entre los meses de diciembre de 1982 y octubre de 2009. En buen romance todo esto significa que la economía estadunidense ha sido incapaz de dar empleo permanentemente a toda su fuerza laboral civil. Ora los atrae, ora los rechaza. A veces lentamente. A veces –como hoy– violenta y aceleradamente. Y aunque en términos relativos apenas se roza un poco el altísimo nivel de desempleo de diciembre de 1992, en términos absolutos cada vez ha sido mayor.
Hoy, sí, hoy y durante ya cuatro meses seguidos, el número de desempleados en el vecino país supera los 15 millones. Y el menor número de desocupados que ha podido lograr este capitalismo de guerra de nuestros vecinos desde hace 27 años ha sido de 5 millones y medio, en abril de 2000. Y en ese momento –justamente en ese– sólo pudo dar seguro de desempleo a 2 millones de ellos, es decir, a 37 por ciento. ¿Hace falta señalar más datos para mostrar la incapacidad de esta forma de organización económica para otorgar uno de los derechos más importantes del hombre, el derecho al trabajo, base y respaldo esencial del más importante, el derecho a la vida? No…realmente creo que no…
NB. No puedo dejar de señalar el dolor tan grande por el terremoto de Haití, tierra del entrañable maestro Gérard Pierre-Charles (falleció en octubre de 2004) y su brillante esposa Susy Castor, de profunda vitalidad y a quienes desde la UNAM les debemos mucho. Vaya nuestra solidaridad para allá. Y permítaseme también mostrar mi pena por la muerte de Ricardo Robles (El Ronco), admirable, recio, brillante, alegre, vital, honesto, justo, siempre justo. Tuve el privilegio de compartir momentos importantes de mi vida con él, con José Llaguno –de admirado recuerdo–. Se les extraña…de veras. No sólo porque me enseñaron dos canciones que todavía hoy me hacen recordarlos con gran emoción. También porque me enseñaron a amar y respetar a los tarahumaras y a todos los grupos indígenas del mundo. Benditos sean. Amén.

El gobierno de la Comunidad de Madrid cerrará el acceso público a Internet..

 Tras las noticias que corren como el agua en Internet, y la oposición de muxa gente que a traves de este medio  hemos conseguido despertar muxas consciencias... no les queda otra solución que CENSURAR lo que aquí se plasma, por que están siendo descubiertos de sus embustes..engaños, mentiras, manipulación y demás. Si consiguen censurar el medio, ya no estaremos tan unidos, que es su misión principal el mantenernos divididos, por la política, relegión, raza, o cualquier otro factor social que nos pueda afectar directamente.. NO A LA CENSURA ¡¡ Por la Libertad de Expresión ¡¡¡

En el artículo publicado ayer en Rebelión (Censura en Internet: críticas a Turquía y cinismo de la OSCE), Antonio Cuesta hacía un interesante análisis sobre las recientes declaraciones de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) con respecto a las medidas legales adoptadas en Turquía en el tema de Internet.



Entre otras cosas, el responsable del organismo multinacional, Miklos Haraszti, aseguraba que "bloquear el acceso dentro de Turquía es una afrenta a un derecho de la sociedad", añadiendo que "algunas de las razones oficiales para bloquear Internet son arbitrarias y políticas”. Claro está, se refería al bloqueo generalizado para los usuarios turcos -sin distinción de raza o de religión- de páginas concretas que a tenor de la legislación turca albergaban contenidos “ilegales”.
¿Qué hubiera dicho si la prohibición se dirigiera a las mujeres y no a los hombres, o a los laicos pero no a los musulmanes, o contra los pobres? Pues esto último es lo que ahora pretende el gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por la neocon Esperanza Aguirre.
A partir del próximo 1 de febrero el ejecutivo autonómico dejará de financiar los 212 Centros de Acceso Público a Internet (CAPI) que existen en la región.
Los CAPI, puestos en marcha en 2002, nacieron con el fin de universalizar y fomentar el uso de Internet en general y, específicamente, en aquellas áreas que no disponían de Acceso de Banda ancha a la Red. Pero no sólo ofrecían acceso a la red a todas aquellas personas, con menos recursos, que carecían de Internet en sus domicilios, además se impartían cursos de formación, especialmente para personas mayores, siendo una eficaz medida para luchar contra la brecha digital. Si estos centros eran (hablo ya en pasado) muy importantes en los barrios de las grandes ciudades, en los pequeños municipios constituían la única alternativa para muchos ciudadanos, precisamente los más necesitados.
En una región donde el paro ya alcanza a medio millón de personas, la posibilidad de gestionar la búsqueda de empleo a través del acceso público a Internet se cierra para muchos. A estos habrá que sumar los más de 400 puestos de trabajo que se perderán tras el apagón de los CAPI.
¿Subvenciones a Internet? Anatema del pensamiento liberal. El dinero público no debe competir con la iniciativa privada (opinará Aguirre). Si alguien quiere un servicio que lo pague, el mercado lo ofrece bajo coste (que no a bajo coste y un servicio pésimo).

 Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=99095&titular=el-gobierno-de-la-comunidad-de-madrid-cerrar%E1-el-acceso-p%FAblico-a-internet-