En los últimos días las protestas de Wall Street fueron tema de encabezados en influyentes media internacionales.
En Washington el gobierno intenta desvalorizar el significado de las manifestaciones que iniciaron con la ocupación por un grupo de “indignados” de la calle de la Bolsa de Nueva York, símbolo del poder del capital.
Pero lo que parecía ser una iniciativa inofensiva de un puñado de jóvenes asumió rápidamente las proporciones de una protesta de dimensiones nacionales.
La brutal represión que el día 1 de Octubre afectó a los jóvenes que avanzaban hacia Wall Street –más de 700 detenidos y golpeados- suscitó una ola de indignación y generó solidaridades inesperadas. El movimiento alcanzó a otras ciudades y asumió un carácter diferente, de contestación al sistema responsable por la actual crisis mundial.
El discurso de Obama en el decimo aniversario de la invasión a Afganistán produjo un efecto opuesto al deseado por la Casa Blanca, empeñada en desviar las atenciones de los acontecimientos de Wall Street. Al homenajear a los muertos norteamericanos y de las fuerzas de la OTAN, el Presidente mintió. Para justificar la agresión afirmó que el país está ahora más “seguro” y en camino del progreso. En realidad, la guerra está perdida y el pueblo afgano, empobrecido, odia a los ocupantes, como reconoce el general Mc Chrystal, ex comandante-jefe destituido por Obama.
La pieza oratoria del Presidente, marcada por la hipocresía, trajo a la memoria de sus compatriotas, los discursos en que Nixon hace 40 años prometía la victoria en Vietnam e invocaba la democracia y la libertad en tanto promovía la escalada en un conflicto en que murieron más de un millón de vietnamitas.
Es oportuno recordar que al inicio de los años 70 del siglo pasado las protestas torrenciales de la juventud estadounidense contra la guerra forzaron a Nixon a negociar con Hanói la retirada de los EEUU de Vietnam, en un acuerdo que fue el prologo de la derrota norteamericana en el Sureste asiático.
La analogía de las situaciones, señalada por observadores internacionales termina, por ahora, ahí.
El rechazo creciente del pueblo norteamericano por las guerras neocoloniales de Iraq, de Afganistán y de Libia está evolucionando en los EEUU hacia una actitud de protesta contra el sistema del cual Wall Street, como vitrina del capital, es el símbolo.
Algunos sindicatos hicieron público su apoyo al movimiento iniciado por jóvenes. Dirigentes suyos desfilaron en la Plaza de la Libertad y cientos de pilotos de las grandes compañías aéreas los imitaron. La autodenominada Asamblea General de la Ciudad de Nueva York lanzó un llamamiento con la consigna “¡ocupen Wall Street!”. Universidades de prestigio se adhieren a las manifestaciones.
En una de las movilizaciones una estudiante exhibía un cartel expresivo: “Nadie es más completamente esclavizado que aquel que cree falsamente ser libre”- Goethe.
Noam Chomsky, Michael Moore y otras personalidades progresistas de prestigio internacional se dislocaron a la Plaza de la Libertad y a las calles proximasz de Wall Street y escriben artículos apoyando la protesta.
La Casa Blanca tiene motivos para estar preocupada. En un país donde las fortunas de 400 multimillonarios exceden los bienes, sumados, de la mitad de la población –como señala Michael Moore- las consignas de los manifestantes son ahora más radicales. Muchos pasan de la crítica al sistema y de los banqueros y especuladores a la condena al capitalismo.
Los grandes de las Finanzas están alarmados. Una protesta de jóvenes que inicialmente subestimaron como asunto de hippies está por tomar un rumbo que definen como “peligroso”.
Los media portugueses «de referencia» han dedicado poca atención a los acontecimientos de Wall Street.
Para las fuerzas progresistas, ellos constituyen, ahora, tema de reflexión. Una de sus enseñanzas es la demostración inesperada de que en el mayor baluarte del capitalismo ha sido posible contestar el sistema en las calles de forma permanente más de tres semanas.
En Portugal las manifestaciones contra la política de traición nacional y las medidas impuestas por el imperialismo a través del gobierno que los representa deben también, para golpear el sistema , asumir carácter permanente, mediante iniciativas diversificadas.
La CGTP anuncio el día primero una semana de lucha al final del mes, que incluirá huelgas sectoriales.
Las manifestaciones de Lisboa (130 000 personas) y de Porto (60 000) llevaron al pánico al gran capital. Es significativo que la PSP (Policía de Seguridad Pública) haya sin demora divulgado un comunicado en el cual prevé que la contestación social a las medidas del memorándum de la troika desemboque en “tumultos” y actos de violencia “semejantes a los del PREC”(alusion perversa a la Revolucion Portuguesa de Abril) .
Ese berrido reaccionario vale para una certeza: el aparato represivo del Estado, imitando al griego, se prepara para infiltrar provocadores en protestas masivas que traduzcan el descontento popular frente a las calamidades que afectan el país. Algunos periódicos se anticipan, sugiriendo que el Partido Comunista Portugués puede eventualmente surgir ligado a esos futuros “tumultos”, no obstante ser de dominio público que el Partido Comunista siempre conden la violencia irracional (saqueo de tiendas, incendios, quemas de automóviles y edificios, etc.).
La intención de intimidar a los trabajadores que se evidencia en el comunicado policial tiene por complemento el slogan ampliamente difundido de que somos un pueblo diferente, de blandas costumbres, que abomina la violencia social.
Ese discurso y el lenguaje utilizado ocultan el propósito de misturar ajos con ojos. Los tumultos, los saqueos, la destrucción de edificios no pueden ser confundidos con acciones legítimas de violencia social. El abismo entre la violencia irracional y la violencia social es tal que hasta un destacado político de derecha como Pacheco Pereira reconoce esa evidencia en la crónica publicada en el diario “Publico” (8.10.11) en la que denuncia la especulación de gobernantes sobre “tumultos hipotéticos”.
Llamo la atención sobre el hecho porque la lucha de masas tiende a radicalizarse en Portugal como respuesta defensiva inevitable a una política criminal.
La anunciada semana de lucha programada por la CGTP traerá algunas respuestas a cuestiones teóricas y prácticas que condicionan el futuro del pueblo portugués.
Repito: los acontecimientos de Wall Street confirman que el gran capital que controla el sistema de explotación responsable por la crisis, está preparado para absorber y neutralizar las protestas aisladas, más cuando estas se tornan permanentes y asumen un carácter masivo, entra en pánico. El gigante tiene pies de barro.
V.N.de Gaia
Traducción: Jazmín Padilla
Fuente