Un informe de la Academia de Ciencias de EEUU advierte frente a los peligros de las tormentas solares
En 2001, la Comisión Rumsfeld del Congreso de EEUU advirtió del peligro de que el país sufriese un pearl harbor espacial, un ataque sorpresa que destruyese una parte importante de los satélites estadounidenses volviendo vulnerable a la superpotencia. Entonces también se planteó la existencia de una amenaza ?seria y real? para los satélites que provenía, no de otra potencia terrestre, sino de las tormentas magnéticas provocadas por el Sol. La sobrecarga energética producida por una llamarada de la estrella puede quemar los sistemas electrónicos de los satélites o producir señales falsas que saquen al artefacto de su órbita. Una supertormenta solar se convertiría así en un tsunami interestelar con consecuencias descomunales para todo el planeta.Este es uno de los riesgos estudiados en un informe recientemente publicado por la Academia de Ciencias de EEUU titulado Sucesos extremos de clima espacial: entender el impacto económico y social . En él se advierte de los peligros que plantean este tipo de fenómenos en una sociedad cada vez más dependiente de la tecnología. ?Ahora somos más vulnerables que nunca?, afirma el investigador de la Universidad de Extremadura José Manuel Vaquero. ?La gran tormenta de Carrington de 1859, la más intensa que se conoce, pudo dejar sin telégrafo durante un tiempo a las personas de aquella época, pero el impacto fue insignificante comparado con el que podría tener una tormenta así hoy?, indica.
Millones sin electricidad
Uno de los principales peligros mencionados por el estudio es el que amenaza a la red eléctrica. En 1989, una intensa tormenta geomagnética dejó sin energía a seis millones de personas durante nuevo horas en Quebec (Canadá). Con las infraestructuras actuales, más interconectadas y, por lo tanto, más vulnerables, un evento similar afectaría a 130 millones de personas en EEUU. ?Para las compañías eléctricas españolas, como estamos en latitudes relativamente bajas [la protección del campo magnético de la Tierra frente a la radiación solar es menor cuanto más cerca se está de los polos], no debería haber complicaciones?, explica el investigador del CSIC en el Instituto Astrofísico de Andalucía José Carlos del Toro. ?Otra cosa es lo que sucede con los vuelos que pasan por el polo?, añade.
Desde hace una década, las rutas aéreas que se acercan al Polo Norte son cada vez más frecuentes. Entre 2007 y 2008 pasaron de 5.300 a casi 7.300. La ausencia de viento de cara y turbulencias en esta región del planeta permite transportar más pasajeros, más carga y reducir la duración de los vuelos. Sin embargo, en el polo no es posible utilizar los sistemas de comunicación vía satélite empleados normalmente por las aerolíneas.
El sistema empleado en latitudes tan elevadas son los enlaces de radio de alta frecuencia, un sistema que las tormentas solares intensas pueden incapacitar durante varios días. Para las compañías aéreas, a diferencia de lo que sucedía hace diez años, es necesario tener más en cuenta las predicciones de los satélites que vigilan la actividad solar para poder limitar estos efectos.
Predicciones deficientes
El informe de la Academia de Ciencias de EEUU señala que con los mecanismos disponibles es posible predecir una tormenta geomagnética con entre uno y tres días de antelación. Sin embargo, las previsiones en un plazo menor a una hora y las de futuro son deficientes. ?Las proyecciones a largo plazo no son certeras. Las predicciones acerca del máximo solar [el Sol tiene ciclos de actividad variable con máximos y mínimos], que tratan de prever el número de manchas que van a aparecer, no son precisas, y la relación entre el número de manchas y las tormentas tampoco está clara?, apunta del Toro.
Este tipo de predicciones a largo plazo serían útiles, según escribe en el informe Ronald Polidan, de la corporación Northrop Grumman, para construir satélites con dispositivos mejor adaptados a los sucesos extremos de clima espacial que deberán soportar durante su servicio. Esta información habría ayudado a evitar, por ejemplo, lo que les sucedió a dos satélites de telecomunicaciones canadienses en 1994. Entonces, un periodo de actividad elevada en el flujo de electrones de alta energía provocó que se apagasen. Las comunicaciones de todo el país se vieron trastocadas y la recuperación de uno de ellos costó más de 50 millones de dólares.
El astro llega a su máximo en 2012
El Sol pasa por etapas de mayor o menor actividad a lo largo de un ciclo de 11 años. En 2006 se llegó al mínimo. A partir de ahí, la actividad de la estrella comenzó a incrementarse. El próximo máximo solar se alcanzará hacia 2012, y las primeras señales comenzarán a verse a partir de 2010. En ese punto, se observa un mayor número de manchas sobre la superficie del Sol, signo de una mayor actividad magnética. En principio, un incremento de esta actividad está relacionado con una mayor virulencia de las tormentas. El próximo máximo solar ha creado controversia entre los científicos. Desde la NASA se ha llegado a decir que será el más potente desde los años 50. En aquel momento, aún no se había lanzado ningún satélite y el efecto de las tormentas sería ahora mucho más dañino. Sin embargo, por primera vez en la historia, el panel de expertos de la NASA no ha sido unánime. Algunos de sus miembros prevén un máximo menos intenso.