Lejos de amainar, crecen y se multiplican las manifestaciones y los actos de protesta en todo el mundo árabe. Autoinmolaciones a lo bonzo en Marruecos, Mauritania, Argelia y Egipto; enfrentamientos con diversos grados de violencia en Jordania y Yemen, y sentimiento general de que la revolución tunecina no puede quedarse ya circunscrita al escueto territorio del país más pequeño del Magreb, conforman el ‘efecto espejo’ temido por los dirigentes de todo el arco árabe, el que va desde Mauritania a Arabia Saudí.
Argelia y Egipto son ahora mismo las dos potencias cuya estabilidad es más preocupante y objeto de mayor atención por todas las cancillerías europeas. La gran manifestación anunciada en El Cairo para este martes puede marcar la evolución de los acontecimientos en un país decisivo. El descontento generado por la evidente manipulación de las últimas elecciones legislativas, la persistente ilegalización de los Hermanos Musulmanes y las fuertes tensiones sociales generadas por el ostensible empobrecimiento de una población castigada por la crisis, abre todo tipo de interrogantes inquietantes.
Egipto no es Túnez, donde ya han sido legalizados todos los partidos, incluidos el comunista y el islamista moderado Ennahda. Aunque aún no esté muy perfilado el rumbo, está claro que las masas tunecinas aspiran a una democracia parlamentaria de la que queden excluidos únicamente los artífices del mantenimiento de la dictadura cleptómana de Ben Alí durante 23 años. Pero en Egipto, con una estructura social totalmente distinta a la tunecina, la única alternativa posible sería de carácter islámico, de hecho la explosiva fuerza política contenida por Hosni Mubarak desde que sucediera al asesinado Anwar El Sadat. El actual presidente egipcio podría intentar no obstante una maniobra dilatoria: una islamización sin islamistas, pero sería difícil que prosperara sin el aval precisamente de los que reivindican en exclusiva esa legitimación.
Argelia, el país más rico del Magreb en términos de PIB, también tiene sus peculiaridades. A diferencia de Túnez, que fue un protectorado, Argelia fue colonia, lo que desestructuró su sociedad. El estado de emergencia, decretado en 1992 a raíz de la ilegalización del Frente Islámico de Salvación (FIS) y de la consiguiente guerra civil larvada -200.000 muertos y casi un millón de heridos-, es desafiado a diario por el Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD), una formación moderada y legal que ha empezado a cuestionar abiertamente el régimen encabezado por Abdelaziz Buteflika, aunque el poder real esté en manos de los militares.
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